manchas de tinta


Nuestra actitud frente a las dificultades y a las situaciones complicadas afecta a nuestros hijos y es más contagiosa que dar un bostezo.
Si estuviéramos alerta nos daríamos cuenta que la tranquilidad y el sentido común son más difíciles de practicar y a veces también de transmitir, pero cien veces más efectivos.
No por dar botes llegamos antes a la meta, un paso constante, atento y cuidadoso nos hace llegar además de antes, mejor.
Lo que pasa es que es complicado practicar con constancia el buen hacer aunque conozcamos sus extraordinarias virtudes.
Nadie puede ser condenado por un momento de debilidad y tampoco hay que justificar la actitud contraria: "equivocarse es humano, perseverar en el error es diabólico" muchas veces me repetía mi padre.

Un error que cometemos a menudo los bípedes dotatos de masa cerebral es buscar desesperadamente una explicación que permita generalizar las soluciones y que valga para todo y para todos.
Es un modo para buscar serenidad.

Desgraciadamente pocas veces se presentan situaciones sencillas y duraderas.
La felicidad es un momento (que se aconseja repetir y buscar cuanto más a menudo sea posible...)

Nos tranquiliza un paisaje dulce, verde, unos olivos relucientes y un vuelo lento y lejano de pájaros, pero a un sólo instante de este paraíso terrenal puede haber una tormenta, un río que crece destructor y la oscuridad que borra el paisaje.
¿en qué nos fijamos?
Concentramos nuestra atención y nuestra energía y sobre todo nuestra memoria ¿en un lado o en el otro de la misma moneda?

Nuestros hijos necesitan maestros, guías, seguridades.
Necesitan mucho menos que les vomitemos encima nuestras dudas existenciales.
Ya llegará el momento que ellos mismos se llenen la cabeza de problemas sin solución.
Entonces añoraremos los momentos en los que sabían y querían escucharnos.
O lamentaremos haber sido cómplices de la duda y de la inseguridad.

y una vez más feliznavidad :-)


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