Cambio climático

El título de esta entrada se me ha ocurrido para hacer una comparación con lo absurdas que pueden llegar a ser a veces las respuestas pre-construidas, sintéticas y fruto de los tópicos.

Cómo sorprenderse por situaciones absolutamente comunes y normales (cosa no necesariamente ni grave, ni negativa, depende, todo depende).

En estas semanas de primavera, he oído a más de uno comentar que ya no se entiende nada del tiempo.
Los pobres metereologos se suben por las paredes.
Todo el mundo les culpa de lo malo y nunca de lo bueno que nos regalan las nubes y el sol.

Cada uno, según lo que hace o desea hacer, echa pestes del buen tiempo o de la lluvia según se le antoje.
Pero quizás algunos, haciendo un pequeño esfuerzo de memoria, recordarían lo que fue antaño la primavera.
Una estación propiamente caracterizada por el constante pasar del sol a la lluvia, una estación en la que la variabilidad era la única constante.
Cómo nuestra infancia
Es decir que estamos viviendo una primavera absolutamente típica y definida.
Un estándar de primavera de lo más bonito.

Pero estamos tan enfrascados en la idea que el clima se ha vuelto loco, que ya ni reconocemos lo que antes era lo más común y que se ha vuelto a proponer de la forma más obvia: en primavera el tiempo es primaveral.

Así mismo muchos adultos nos olvidamos de lo que es ser niña y niño, chicos y chicas, jóvenes.
Olvidamos lo que hacíamos, lo que deseábamos hacer y lo que nos dejaban o nos prohibían nuestros viejos.

Olvidamos y olvidando nos extrañamos, nos sorprendemos, nos escandalizamos y también, por suerte, nos alegramos por lo que nuestros hijos hacen.
Descubriríamos, si urgáramos un poco en nuestra anquilosada memoria, que nos estamos sorprendiendo por lo que nosotros mismos hacíamos.

PD
La foto está tomada este fin de semana, he bajado la calidad a propósito por que aparecen amiguitos de las peques. Los papás estaban en la terraza, frente a la playa, disfrutando de un aperitivo, en un día absolutamente ideal, cuando a penas unas pocas horas antes, amaneció en Barcelona un cielo gris, nuboso, amenazante precipitaciones.
Las niñas estuvieron por su cuenta todo el rato, las mayores cuidando de las pequeñitas, todos jugando en amor y compañía en uno de aquellos momentos ideales y mágicos en lo que es muy fácil desear que la familia siga creciendo.
Por suerte a la locura se sobrepone rápidamente la razón y la lógica aplastante de la situación socio familiar contemporánea :-)

En la foto se están tomando sus patatitas y su refrescos, estaban todas tan guapas...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nadie es prescindible

Madre, hijo y Eckhart Tolle