El síndrome de windows

Los que estamos todo el día pegados a pantalla y teclado, que utilizamos Windows (un poco a nuestro pesar) y otros productos de Microsoft y que además nos gusta ir haciendo cositas, instalar programas, probar maquinitas y artilugios variados, pero estamos muy, muy lejos de ser expertos y nos acercamos, más bien, al estatus de víctimas semivoluntarias del sistema operativo del señor Bill Gates, hemos desarrollado una forma de enfrentarnos a los desastres del ordenata que, casi sin darnos cuenta, vamos aplicando a otras actividades y situaciones: laborales, personales, sociales, familiares.

Es lo que he definido síndrome de windows.
Consiste, en pocas palabras, en encontrarte con un error, una dificultad, un problema cuya solución, en principio, no conoces.
En lugar de llamar a un experto, la víctima del síndrome de windows intenta buscar una forma de solucionar él solito la dificultad: prueba, intenta, va tocando teclas, abriendo ventanas, cerrandolas y volviendolas a abrir, dando paseos de infinitas idas y venidas.
Cómo cualquier perfecto id... ops, quiero decir autodidacta, la víctima del síndrome de windows pierde (perdemos) a veces horas y horas en probar y volver a probar caminos que se parecen idénticos.

No se rinde, ni a la primera, ni a la segunda, ni a la...

Y de repente, y sin tener conciencia del cómo, el problema se soluciona, desaparece, la dificultad se resuelve el escollo se supera.

¿Cómo?
Ni idea.

Si a la víctima del síndrome de windows les preguntáis de repetir los pasos que le han llevado al éxito os mirará con una expresión estupefacta, levantando un poco las cejas y la espalda, demostrando un claro desconocimiento de la fórmula mágica.

¿Pura casualidad?

Bueno, en realidad creo que no.

Es posible que conseguir algo sin saber cómo pueda ser fruto del caso, pero cuando el suceso se repite una y otra vez, no puede tratarse de pura casualidad.

Lo que pasa es que hemos ido adquiriendo, sin darnos cuenta, competencias y conocimientos, que se han ido acumulando en nuestro disco duro, arraigándose alrededor de esa red toda nuestra que atrapa lo que nuestros sentidos van pescando del mundo que nos rodea.

Es un proceso continuo.
Se aprende no sólo estudiando o preparándonos a sabiendas, si no y a veces con más eficacia, a través de la constante y a veces inconsciente repetición de la experiencia.

Por supuesto, para poder aprender y más para poder utilizar las competencias adquiridas de forma involuntaria tiene que haber una actitud positiva hacia el tema.

Podemos haber aprendido muchísimo, pero si lo rechazamos - por una razón u otra - acabaremos desperdiciando buena parte de lo aprendido.

En definitiva el síndrome de windows no tiene que ser del todo malo.

En ciertos temas con María tenemos cierto desacuerdo.
Por ejemplo sobre el nivel de uso del ordenador por parte de las niñas.

Si por mi fuera ya les habría metido a cada una un cacharro de estos en su habitación.
María frena.

Pero insistiré, estoy convencido que es fundamental que ocupen tiempo en el uso del ordenador y que empiecen de muy pequeñas a dedicarle energías y a acumular familiaridad.
Existe cierto riesgo, cómo en todo, pero quién antes ha aprendido, más fácil lo tendrá en el futuro.

V. considera el ordenador una pantalla más, y sabe, también solita, cargar un DVD y mirarse su película favorita.

Aunque sin tener uno a su disposición, la mayor ya no tiene dificultad alguna a encenderlo, conectarse, meterse en Google, buscar sus cosas, imprimirlas...
Todavía no tiene su blog, pero no tardará :-))
Hace unos día encontré uno de una niña, creo de un añito mayor que P., es decir de unos nueve años, publicaba las fotos de su hermana, papás y gatitos, con un par de comentarios simpáticos.

De momento a publicar el Blog piensa su padre :-)

Ya les he comentado más de una vez que hablo de ellas a menudo, las tres conocen su web personal

y un día os contaré alguna otra aventura televisiva (una vez ya lo hice)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nadie es prescindible

El dragón que devora el sol