En verano

En verano, cuando las niñas no pasan tantas horas en su lugar de trabajo... y tienen un poco más de tiempo para dedicar a sus papás, es cuando cambia también cierta percepción de intensidad de su presencia.
En la luz tenue del atardecer, paseando con mis hijas, sin las prisas de los horarios, de las horas de sueño determinadas, por cumplir o sí o sí, o de las agujas del reloj que sitian nuestra libertad voraz de ellas, mientras alrededor el bullicio de la calle parece desaparecer por momentos, escucho su voz, y sus cuentos y disfruto de esa magia especial, que acuna lo momentos más felices de la existencia.

La vida sale a borbotones de sus palabras sorprendentes, y de repente te das cuenta de cuanto han crecido.

Los sentimientos se mezclan, cómo ingredientes de un plato suntuoso.

Hay un poco de melancolía, por que lo que ha pasado ha pasado y no volverá ya nunca jamás.

Hay la alegría de saber que tantas gotas de miel podrán de todas formas volver a hilar entre taza y cuchara, y cometer dulce un pecado, levantando la cuchara encima de la boca y sacando la lengua: ellas serán las primeras en reírse por la norma quebrada.

Hay los juegos, y el placer profundo de percibir que tu ejemplo y tus palabras serán, un poco, parte de lo que son.
Hay una cosa, y el contrario de ella, en esta vida tan relativa...

Hay el privilegio de darse cuenta, que todavía dura.

Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos...

(A. Machado)

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