Ganas de buenas noticias

Poco a poco va apagándose lo que queda de un tranquilo fin de semana, visita de sobrinos, paseos por la ciudad, jugar con las peques, leer y escuchar música.
Una peli, buena cocina...
Cosas y cositas a destacar. Destellos de serenidad.
Sol y buen tiempo, ya era hora.

Preguntas de la mayor: ¿cuando empiezan a trabajar en los orfanatos, es decir a qué edad se van?
La pequeña no para de hablar, de decir cosas que ni sabemos de donde las ha sacado:
"corta el rollo, y come que ya está bien..."
así le dice a la hermana.
Fiesta de cumpleaños de Violeta, los sobrinos vuelven a casa.
Llamadas a mi padre...
Escuchando, descubriendo a Mark Eitzel...
Ojeando el furból (que nunca me había interesado demasiado, la verdad, pero que de vez en cuando descubres que puede ser una forma sencilla y atractiva de hacer descansar el cerebro)

Y siempre muchas, muchas ganas de que nos abracen las buenas noticias.
Deseo a menudo imposible.
Cómo le decía a Pepe en un correo, ayer:

La existencia cuanto sería más sencilla, más feliz, más justa si no fuera por cierta actitudes absurdas del subgenero humano...
Hacer lo contrario de lo que sería sencillamente lógico, ningunear el sentido común, recibir placer en joder a los demás, no respetar los acuerdos, buscar constantemente motivos de litigio, considerar que el valor se mide en base a la capacidad de pisotear o engañar a lo que te está a lado, negarse a cualquier esfuerzo, por pequeño que sea, para convivir serenamente con los que te rodean...
Todos los día hay una y otra prueba que superar por culpa de estas actitudes...
Es lo que hay, pero nos queda también, que no es poco, hacer todo lo posible para no ser cómplices de este modo de ver la vida

¿no?

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