Seguimos

En mi buzón de correo siguen entrando diariamente avisos de noticias sobre la gripe porcina.
Hay días en que son poquitas, y otras en la que se incrementan, brotan proporcionalmente al vacío de otros sucesos que se consideran más interesantes...
La tentación es borrar las notas sin leerlas.
La verdad, que si el ánimo de tantos amigos, y nuestro trabajo, no dependiera de este tema, tiraría el correo de avisos de noticias a la papelera sin miramiento.
Acabamos atrapados, a pesar de todo.

Bueno por lo menos hoy también entran buenas noticias, parece que el Centro China está a punto de conseguir permiso para reanudar el envío de las asignaciones.

Espero en unas horas poder confirmarlo oficialmente.

Cuando no hay buenas noticias, me gusta mucho más hablar de mis hijas, no hay dudas. Esta entrada empecé a escribirla antes de los rumores, y me encanta poder publicarla con esta introducción de buenas nuevas :-))

Ayer hubo día de visita en la piscina donde la pequeña aprende a nadar, como actividad escolar. En la "Scuola italiana" donde cursa P4, tienen la que considero una muy buena costumbre, en P4 y P5 y en los primeros 3 cursos de primaria, hay unas horas de piscina un día por semana, incluidas en el horario normal.

Buena sí, pero como a menudo pasa lo bueno llega con sus peros.

Esta actividad se fue transformado, para la mayor hace unos años y para la pequeña ahora, desde un momento esperado y deseado a un motivo de preocupación.
Creo que lo comenté en otra entrada de este mismo blog.
Y siempre lo comento en las charlas como ejemplo de aquellas situaciones en las que nuestros hijos no nos transmiten su preocupaciones de forma directa y clara, si no todo lo contrario: hay que descubrirlas. Entender lo que pasa por señales a menudo contradictorias.

Esta vez íbamos guiados por la experiencia de lo que pasó con la mayor.
Los lunes por la mañana ir a la escuela, de alegría acabó siendo un drama.
Uno puede pensar que normal: después de pasárselo pipa el fin de semana con sus papás, cómo no iba a echarlo de menos y lamentar la vuelta a la rutina escolar.
Había algo más.

A la mayor, cuando ya empezaba el atardecer del domingo se le notaba rara.
Fue María a descubrir el motivo de esa tensión, con el sexto o hasta séptimo sentido que tienen las mamás (los papás son casi siempre más brutotes y patosos :-))
El lunes tocaba piscina. Ese era el motivo.
¿Posible?
Si el primer año la piscina era una alegría, con su burbuja, sus flotadores y churros variados...

Esa era la cuestión: el sucesivo tocaba ya tirarse al agua sin nada, mientras la monitora, con un palo acabado en un cuadrado (lo podéis ver en el vídeo) les empujaba en caso de necesidad.

La mayor transmitía a sus papás el orgullo de haber pasado a una fase superior de natación, pero al mismo tiempo, en el fondo, estaba muerta de miedo, la idea de poderse ahogar, aunque no fuese ni lejanamente posible, le quitaba el sueño.
Mientras nosotros, sin detectar la contradicción que evolucionaba en sus pensamientos, reforzábamos con un "campeonaaa!!" sus narraciones de la piscina, y así también cerrando, sin darnos cuenta, la puerta a lo que ella en el fondo deseaba, que era comunicarnos, pedirnos que hiciéramos algo para no ir a la piscina o al menos evitar esos segundos de pánico que le provocaba la obligación de echarse al agua sin flotador.

Repito, no fue para nada claro, al principio, esto lo descubrió poco a poco María, por que la evidencia era otra: cuando se hablaba de la piscina ella manifestaba abiertamente las conquistas (que les proporcionaban el entusiasmo paterno) y callaba el miedo, miedo que representaría evidentemente una contradicción con esas alabanzas.

Los niños no son adultos en pequeño (muchas veces, más bien, los adultos somos como niños creciditos...)
Hoy, gracias a la experiencia que tuvimos con la mayor, pudimos detectar inmediatamente las mismas señales en la pequeña.
El sistema chirriaba.
Aunque no somos muy amantes de interferir en la labor de los profesionales, y los monitores de la piscina los son, mandamos una señal de lo que estaba pasando.
La verdad que no nos gusta que las niñas sufran sin necesidad.
Preferimos que la piscina sea una actividad lúdica, y que a través del juego le pierdan miedo al agua, sin prisas, ni presiones.

Por un lado nos "recordaron" que hay que sufrir un poco para aprender, este argumento fue lo que menos nos convenció. Bastante palos tendrán en la vida cómo para recibir uno finalizado al aprendizaje de la natación: ¿qué prisa hay?

Habrá niños que a los dos años estarán listos para emprender la carrera olímpica y otros que con saber flotar tendrán bastante, aunque sea por toda su vida.
Esto de que los niños tienen que ser super en todo nos parece una absoluta gilipollez. Me perdones el taco.

Pero por otro lado, la maestra nos comentaba que poco entendía nuestra preocupación, la niña se lo pasa bomba en la piscina, y por su edad nada de maravilla!!
En efecto podéis ver que un poco duda, antes de tirarse, pero después no tiene dificultad alguna para llegar a la escalerita.

Es decir, el problema de siempre, encontrar el equilibrio entre una posición y la opuesta es siempre muy complicado.

Cada niño es un mundo, y en la profesión de ser padres, ni hablamos de ser buenos padres, no se acaba nunca de aprender.



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