De Cantón a Jilin

O mejor dicho, de Guangzhou a Changchun, la ciudad de la Larga Primavera, capital de la provincia de Jilin, muy al norte de China.
Cuatro horas largas de vuelo, más una horita dentro del avión, a la salida por un temporal que en algún lugar de este inmenso país provocaba retrasos en cadena.
Dejábamos con Oscar las familias que el día anterior se habían encontrado con las pequeñas y pequeños, e íbamos a visitar otras 6 familias, que también el día anterior se habían encontrado con sus peques.

Oscar se durmió en seguida, qué suerte!!
Yo que en los aviones duermo fatal, no lo conseguí que a ratitos, a pesar de que el libro que leía no me enganchaba nada, y a pesar de que la noche, valorada en base al sueño, había sido muy corta, entre la cena con representantes de la administración local y después, para recuperarse de los 3 aviones anteriores, un masaje de 90 minutos en un centro médico cercano al Hotel.
Una delicia :-)
Cómo nuevo, eso sí, pero dormir, lo que se dice dormir...

Dejamos el calor húmedo y asfixiante de Cantón para volar al verde fresco de Changchun, y desde los 35 grados tropicales, a los 22 de la meta, y desde el cielo amarillo, la mala visibilidad y el bochorno, a la lluvia fina y continua.

En Jilín se nota la presencia de Volkswagen, que entró en esta provincia con buen armamento, hace más de 15 años.
La pena de estos viajes relámpago es que no hay tiempo de saltarse el programa, hacer ni una visita, casi ni un paseo... mañana ya tenemos vuelo hacia Pekín, y pronto.

Llegamos a primera hora de la tarde. Dejar la maleta en el Hotel, visitar dos más, reunirnos con la directora del Registro, unas cuantas llamadas, unos cuantos problemas inesperados y resueltos y por fin el encuentro con las familias.
Los peques están todos muy bien.
Es increíble observar como ya han tomado las medidas a sus papás (mucho más que el contrario por cierto :-))
La media de edad de los niños está por encima de los dos años, y ésto facilita constatar que en los meses anteriores han sido bastante bien cuidados, estimulados y mimados.

Los primeros pasitos juntos en su nuevas familias no han sido complicados, es lo que me parece, a primera vista.
Intento fijarme en los gestos de cada uno, está claro que lo conseguiré sólo en parte, pero es algo extraordinariamente grato estar allí con todos, aunque sea por unas horas que vuelan.
Cenamos juntos, no hay mucho más tiempo.

Una de las niñas hace cómo si sólo quisiera a su mamá. El papá me dice que recuerda una charla que di antes del viaje, donde avisaba de esa posibilidad.
Efectivamente, cuando él se acerca ella pone carita de no querer, se protege en los brazos de la mamá, cuando él intenta cogerla en brazos se desvincula, y echa los brazos a la mamá.
Pero lo que pasa enseguida es para quedarse boquiabiertos.
Están juntos desde hace poco más de 24 horas... no lo olvidemos.

Subimos por una escalera mecánica al primer piso del Centro Comercial donde se encuentra el mismo hotel y el restaurante.
Suben antes la mamá y la peque, el papá va detrás de unos cuantos carritos. La niña llega al final de la escalera y se para, busca con la mirada...
¿a quién?
Pues a su papá!!
Y cuando ve que él también sube, vuelve a andar tirando de la mano de su mamá, con la que intercambio inmediatamente una sonrisa que lo dice todo:

"anda la niña, menudo teatrito :-)))"
Menos mal que no quiere a su papá, de que se le acerque no, pero que no se aleje más de la cuenta, eh!!
Nos reímos.

Y de escena parecida soy más que testigo dos minutos después, cuando otro peque me echa los brazos a mi, lo cojo, tengo carne de gallina, sonríe, es guapísimo y muy gamberrote.
Si pensáis que exagero mirad lo que hace: lanza a la mamá unas miradas que son un poema, cuando ella intenta cogerlo, vuelve la cara, hace como para esconderse empujando su carita en mi cuello, al segundo vuelve a mirar y como la mamá sigue con los brazos abiertos, él se ríe y repite el juego, una dos, tres veces.

"¿Será posible?" pregunto divertido a la madre, es que son más listos que el hambre estos bichitos.

Disfruto del momento, del torbellino de sensaciones, entre el presente y pensando en mis hijas y lo que fueron los primeros días...

Nos sentamos a cenar. Hay cansancio, es evidente, y buen humor a pesar de eso.

Uno de los pequeños ataca un bol de arroz que es más grande que él.
No hacen faltas palabras, la mamá entiende que quiere que sea ella a darle de comer. Así va más rápido.
Come y come... y se pasa, pero cuando se le quita la taza de arroz, pone cara triste, y cuando ve que no funciona con eso, empieza otro teatrito de llantos sin lágrimas.
Es una burrada la porción que hay en el bol, pero seguro que si se le permitiera se lo zamparía todo enterito.

Otra representación en vivo de lo que comentamos en las charlas previas al viaje y tema, lo de la alimentación, sobre el que tenéis a vuestra disposición un breve vídeo casero.

Los minutos van transcurriendo relajados, pero van pasando y algunos niños demuestran estar cansados (no mucho menos sus papás).
Han sido dos días intensos, ayer el encuentro, hoy todo el día fuera por los trámites y papeleo.
La primera familia se disculpa y anuncia su retirada a la habitación.

Nos saludamos: besos, abrazos, carantoñas a los niños.
Qué delicia!!

Cuando ya todos se han ido, saludamos el guía y también Oscar y yo nos retiramos.
En España son casi las 5 de la tarde y a pesar del cansancio todavía quedan unas cuantas gestiones por hacer, correo y skype adelante.

Llamo a mis pequeñas:
Papá ¿estás en China?
sí hija
y ¿es de noche?
sí, aquí es muy tarde, es la una de la madrugada
alaaa, y... ¿estás cansado?
un poco sí, y ahora me voy a la cama por que mañana el despertador suena a las seis
vaaale, te paso mamá
gracias amor, un beso muy muy grande...

Tumbado en la cama, cierro los ojos y me pasan por delante las diapositivas del día, la pena es que no he sacado en ningún momento la cámara de foto... qué desastre soy.
Las imágenes empiezan a mezclarse con las de otros viajes, de casa, y me quedo dormido en un plis, plas.

crónica de día 14 de julio 2009

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