Somos gentes sencilla

Pocas cosas valen más y son más eficaces, que una actitud de modestia y humildad sincera frente a los retos que nos imponen los peques.

Para poder entender, hay que saber escuchar, saber detectar los grandes significados que se esconden frente a palabras esenciales, silencios, gestos, simples expresiones de la cara.
Difícilmente se pueden entender los demás si no hacemos callar nuestros gritos, si no somos capaces de hacer tambalear voluntariamente, por lo menos un poco, las falsas y ferreas seguridades, que a menudo nos empujan solo a ser más débiles frente a los imprevistos.

Necesitamos desesperadamente de estructuras estables, de guías, de caminos señalados... pero confiar sólo en todo ese abanico de "seguridades" es en realidad un mal camino.

Nos hace sentir inseguros descubrir que en el maravilloso y frondoso bosque de la vida familiar, los caminos se borran constantemente y hay que volver a abrir de nuevos una y otra vez, repitiendo el recurrido, sin cansarse, ni aburrirse.

Pero en lugar de disfrutar de esa fácil constancia, todo es verde y en el fondo parecido -aunque a cada paso hay un posible desliz, un riesgo potencial - nos fijamos mucho más en el aparente caos de los árboles (olvidando que han crecido y se han hecho fuertes a pesar de las inclemencias del tiempo...).

Sería suficiente estar atentos, pacientes, y no tener miedo, para aprender que cada etapa es un destino alcanzado.

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