Los hijos perfectos
De vez en cuando aparecen en los medios artículos, y pululando por las estanterías de librerías especializadas, hay no pocos libros, que tratan de las peligrosas consecuencias de un exceso de exigencias de los padres sobre las prestaciones de sus retoños.
Utilizo la palabra "prestaciones" a propósito, un término que tendría que destinarse a los coches o a otros tipos de aparatos, para dejar claro desde el principio cual es mi opinión.
¿Qué tendría que ser irrenunciable en esta vida?
Desastre de adultos... todo eso se "conquista" y pirricamente se gana con la edad.
Los niños no son angelitos, está claro que la bondadosa inocencia, referida a los pequeños, es palabra que tendría que ser matizada a conciencia.
Mas es absolutamente cierto que lo de disimular el bienestar para no provocar las envidiosas iras de los demás, es una de las peores adquisiciones de la edad adulta.
La felicidad no viene nunca de los grandes éxitos, el sentimiento que se vive en esos casos poco tiene que ver con la felicidad.
La felicidad es un momento íntimo de placer provocado por la coincidencia de pequeñas cosas, y es una sensación que cualquiera puede sentir, por que depende en buena medida, me atrevería a decir que por un 70 por ciento, de cómo uno está consigo mismo.
El 30 por ciento restante, más o menos, depende de la realidad que vive, padece o le rodea, incluyendo en este 30 por ciento los demás seres humanos.
Hay algo material cuya falta provoca sufrimiento y un momento en lo que ese material falta a muchos, quizás puede parecer cínico dejarse llevar por semejante reflexiones.
Es totalmente cierto lo que leí un día en una consulta de un médico, donde una gran cartel recitaba: "El dinero no da la felicidad" y alguien con un rotulador había añadido: "imaginate la pobreza!!"
Acertadísimo.
Pero hace unas mañanas cayó en mis manos El País Semanal y cómo estoy sensible al tema del viajar, leí al artículo de Ray Loriga que, admito mi ignorancia, desconozco del todo como autor.
Así que fue un descubrimiento total, tanto que su lectura, por esos extraños e imprevisibles caminos que recurren las ideas y las palabras, me estimuló a retomar el camino de Adoplandia que tenía abandonado desde hace casi un mes.
El artículo es precioso, os copio un párrafo:
"De cuando en cuando nos sonríen las cosas por un segundo y no debería uno negarse esa alegría ni intentar sujetarla, porque sabemos, al menos sabemos ya eso, que no se puede atesorar la felicidad sin derrumbarla. ¿Qué viajar es ése más importante? Supongo que aquel que se desarrolla según las buenas leyes de la mejor de las intenciones. El vehículo de todo viaje importante es el viajero mismo; hasta aquí, ningún descubrimiento.
...
Un hombre de bien siempre tiene la esperanza de ser feliz antes de cada viaje, pero a menudo olvida cuánto tiene que poner de su parte en la tarea. Es siempre el viajero el que estropea o arregla el viaje, poco tienen que decir en esto el barco, la vista desde la habitación, el clima impertinente."
Leerlo todo en El País semanal
Unas frases aplicables casi a todo: "Un hombre de bien siempre tiene la esperanza de ser feliz antes de cada viaje, pero a menudo olvida cuánto tiene que poner de su parte en la tarea."
El título de esta entrada se reconduce por esta vía a las palabras que lo siguen.
La obligación de los padres es poner lo nuestro, mucho de lo nuestro, casi todo, para crear espacios de serenidad, espacios de serenidad que para nuestros hijos, niños que viajan hacia la edad adulta, son el abono imprescindible para su felicidad.
Y la serenidad se conquista también midiendo lo que es cada uno y respetando sus limitaciones.
Nuestros hijos no son perfectos, lo son mucho más que los padres, es evidente, aunque ser consecuente con esta verdad es privilegios de pocos sabios...
Perfecto no puede serlo nadie que pertenezca a nuestra especie.
El deseo de transformar en perfecto lo que por naturaleza no lo es, ni puede serlo, es el camino más rápido hacia el fracaso.
¿Queremos que todo sea maravilloso, fácil, rápido y sin complicaciones?
¿Tenemos un pésimo nivel de aguante a las frustraciones?
¿Creemos ser las únicas víctimas de la casualidad injusta?
Nada maravilloso puede ser fácil, debido, corriente... y lo maravilloso no es lo que es perfecto, cuando aceptamos sinceramente que es así y aplicamos las consecuencias a nuestras actitudes cotidianas, entonces también la percepción de la dificultad puede dar una vuelta completa.
Dentro de poco volverán a abrir los coles.
Y las reuniones de padres y maestros.
Y la feria de los disparates.
Todos genios en toda materia, e ignorantes en lo fundamental, que es el asimilar el amor a aprender, y aprender a disfrutar aprendiendo, cada uno según sus capacidades, y con las mil variables posibles: todo nos esforzamos cuando estamos convencidos que merece la pena.
La felicidad se nutre de la imperfección asumida.
Utilizo la palabra "prestaciones" a propósito, un término que tendría que destinarse a los coches o a otros tipos de aparatos, para dejar claro desde el principio cual es mi opinión.
¿Qué tendría que ser irrenunciable en esta vida?
Buscar y encontrar y sobretodo disfrutar de momentos de felicidad.
El ser humano parece no escatimar esfuerzos para todo lo contrario.
También la actitud general es: premiar con comprensión y apoyo a los que manifiestan su escasa felicidad, y castigar con las más subrepticias artimañas, fruto de la envidia, a los que transmiten en algún momento su felicidad o satisfacción, y con más ahinco de perversión sádica a los que se les nota felices a pesar de todo.
Cuan ampliamente difundida esté dicha práctica, está a la vista de todos.
Tan es así, que poco a poco, los que encuentran espacios y momentos de felicidad, se retienen , se privan de comunicarlo a los demás, acaban disimulando y mezclandose entre la multitud para evitar ser castigados.
Compartir la felicidad y rechazar los empujes de la envidia, es un modo muy eficaz de acrecentar esa sensación de alegría y bienestar. Suerte de los que tienen suficiente fortaleza para conseguirlo.
El ser humano parece no escatimar esfuerzos para todo lo contrario.
También la actitud general es: premiar con comprensión y apoyo a los que manifiestan su escasa felicidad, y castigar con las más subrepticias artimañas, fruto de la envidia, a los que transmiten en algún momento su felicidad o satisfacción, y con más ahinco de perversión sádica a los que se les nota felices a pesar de todo.
Cuan ampliamente difundida esté dicha práctica, está a la vista de todos.
Tan es así, que poco a poco, los que encuentran espacios y momentos de felicidad, se retienen , se privan de comunicarlo a los demás, acaban disimulando y mezclandose entre la multitud para evitar ser castigados.
Compartir la felicidad y rechazar los empujes de la envidia, es un modo muy eficaz de acrecentar esa sensación de alegría y bienestar. Suerte de los que tienen suficiente fortaleza para conseguirlo.
Desastre de adultos... todo eso se "conquista" y pirricamente se gana con la edad.
Los niños no son angelitos, está claro que la bondadosa inocencia, referida a los pequeños, es palabra que tendría que ser matizada a conciencia.
Mas es absolutamente cierto que lo de disimular el bienestar para no provocar las envidiosas iras de los demás, es una de las peores adquisiciones de la edad adulta.
La felicidad no viene nunca de los grandes éxitos, el sentimiento que se vive en esos casos poco tiene que ver con la felicidad.
La felicidad es un momento íntimo de placer provocado por la coincidencia de pequeñas cosas, y es una sensación que cualquiera puede sentir, por que depende en buena medida, me atrevería a decir que por un 70 por ciento, de cómo uno está consigo mismo.
El 30 por ciento restante, más o menos, depende de la realidad que vive, padece o le rodea, incluyendo en este 30 por ciento los demás seres humanos.
Hay algo material cuya falta provoca sufrimiento y un momento en lo que ese material falta a muchos, quizás puede parecer cínico dejarse llevar por semejante reflexiones.
Es totalmente cierto lo que leí un día en una consulta de un médico, donde una gran cartel recitaba: "El dinero no da la felicidad" y alguien con un rotulador había añadido: "imaginate la pobreza!!"
Acertadísimo.
Pero hace unas mañanas cayó en mis manos El País Semanal y cómo estoy sensible al tema del viajar, leí al artículo de Ray Loriga que, admito mi ignorancia, desconozco del todo como autor.
Así que fue un descubrimiento total, tanto que su lectura, por esos extraños e imprevisibles caminos que recurren las ideas y las palabras, me estimuló a retomar el camino de Adoplandia que tenía abandonado desde hace casi un mes.
El artículo es precioso, os copio un párrafo:
"De cuando en cuando nos sonríen las cosas por un segundo y no debería uno negarse esa alegría ni intentar sujetarla, porque sabemos, al menos sabemos ya eso, que no se puede atesorar la felicidad sin derrumbarla. ¿Qué viajar es ése más importante? Supongo que aquel que se desarrolla según las buenas leyes de la mejor de las intenciones. El vehículo de todo viaje importante es el viajero mismo; hasta aquí, ningún descubrimiento.
...
Un hombre de bien siempre tiene la esperanza de ser feliz antes de cada viaje, pero a menudo olvida cuánto tiene que poner de su parte en la tarea. Es siempre el viajero el que estropea o arregla el viaje, poco tienen que decir en esto el barco, la vista desde la habitación, el clima impertinente."
Leerlo todo en El País semanal
Unas frases aplicables casi a todo: "Un hombre de bien siempre tiene la esperanza de ser feliz antes de cada viaje, pero a menudo olvida cuánto tiene que poner de su parte en la tarea."
El título de esta entrada se reconduce por esta vía a las palabras que lo siguen.
La obligación de los padres es poner lo nuestro, mucho de lo nuestro, casi todo, para crear espacios de serenidad, espacios de serenidad que para nuestros hijos, niños que viajan hacia la edad adulta, son el abono imprescindible para su felicidad.
Y la serenidad se conquista también midiendo lo que es cada uno y respetando sus limitaciones.
Nuestros hijos no son perfectos, lo son mucho más que los padres, es evidente, aunque ser consecuente con esta verdad es privilegios de pocos sabios...
Perfecto no puede serlo nadie que pertenezca a nuestra especie.
El deseo de transformar en perfecto lo que por naturaleza no lo es, ni puede serlo, es el camino más rápido hacia el fracaso.
¿Queremos que todo sea maravilloso, fácil, rápido y sin complicaciones?
¿Tenemos un pésimo nivel de aguante a las frustraciones?
¿Creemos ser las únicas víctimas de la casualidad injusta?
Nada maravilloso puede ser fácil, debido, corriente... y lo maravilloso no es lo que es perfecto, cuando aceptamos sinceramente que es así y aplicamos las consecuencias a nuestras actitudes cotidianas, entonces también la percepción de la dificultad puede dar una vuelta completa.
Dentro de poco volverán a abrir los coles.
Y las reuniones de padres y maestros.
Y la feria de los disparates.
Todos genios en toda materia, e ignorantes en lo fundamental, que es el asimilar el amor a aprender, y aprender a disfrutar aprendiendo, cada uno según sus capacidades, y con las mil variables posibles: todo nos esforzamos cuando estamos convencidos que merece la pena.
La felicidad se nutre de la imperfección asumida.
Una vez leí que de la felicidad ajena sólo es capáz de alegrarse el verdadero amigo, el resto sólo envidia, y me pareció una gran verdad.
ResponderEliminarComo siempre, Roberto, un placer leerte. No nos abandones tanto tiempo, por favor.
Un abrazo
Carmen&Carmen
Genial, como siempre
ResponderEliminarLeí una vez que la felicidad consistía principalmente en "desear lo que se tiene" y no tanto en lo que no se posee o está lejos de nuestro alcance. Si intentamos interiorizar y hacer nuestra esta idea, pienso que estamos en el buen camino.
ResponderEliminarUn saludo.
Bienvenido Roberto!
ResponderEliminarTu post me ha recordado tannnto a esta canción de Serrat:
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas,
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.
De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
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Un abrazo,
Eva
Hola Roberto:
ResponderEliminarQué alegría tenerte de nuevo aquí.
Gracias por compartir tus opiniones, tus pensamientos, tus experiencias... con nosotros.
Feliz día.
Alba.