Adopta un perro

Recuerdo que hace años, bastantes, hubo una campaña publicitaria de un Ayuntamiento que animaba a adoptar una mascota.
También recuerdo que en aquel momento, repito hace bastante tiempo, el utilizo de la palabra adopción referida a un animal y no a un niño levantó reacciones de cierta indignación.
Hoy nadie se sorprende. Estas campañas y esa palabra se han repetido millones de veces referidas a perros, gatos y hasta pajaritos. Nadie se inmuta, ni se escandaliza.
Tengo que decir que por aquel entonces yo también sentí cierta molestia al leerla asociada así, esa primera vez,
A pesar de ser muy tolerante en este sentido.
Por ejemplo nunca me pareció que las familias adoptantes tuviéramos que sentirnos ofendidas por el hecho que apareciesen niños adoptados en anuncio publicitarios, aunque a veces con una dosis excesiva de frivolidad.
O que tuviéramos que empezar una guerra detrás de otra, permanentemente atentos a que el tema de la adopción en los medios fuese libre de  ironía o comentario jocosos.
Al contrario, me parecían señales de normalización. Y no hay nada mejor que la normalización para la vida pacifica de nuestros hijos en la sociedad.
Cuanto más normal mejor, cuanto más raro peor.
Muchas de nuestras hijas viven en un entorno donde vayan donde vayan, escuelas, centros deportivos, academias o discotecas hay una chinita, un colombiano, un vietnamita o un niño ruso adoptado. Y esto hace bien. Esto es bueno, muy bueno para su tranquila vida social.
Bueno, me voy por peteneras, no era de esto que quería hablar.
Quería hablar de Sam.
Nuestro perro. Adoptado. Sin molestias por la palabra.
Las cosas cambian, y uno descubre facetas antes ignoradas de la realidad.
Es de sabios rectificar.

Hace un añito, después del cambio de vivienda, decidimos que ya era el momento y podíamos dar el paso, un paso deseado por todos los miembro de nuestra numerosa familia, el de hacer entrar en ella un perro.

Cada uno comentó la cosa a su manera. Quién expresando sincero entusiasmo, quién simulando una indiferencia que evaporaría en el momento de la llegada del nuevo miembro familiar, hasta tuvo quién afirmó con firmeza que nunca en la vida recogería las cacas de un asqueroso animal, ni se ocuparía de nada, ni...
y hoy es la más cumplidora, por lo menos con uno de los aspectos más importante en el día a día en la convivencia con un perro, como es ocuparse de llevarlo a pasear regularmente las veces asignadas.

Lo adoptamos. Aunque mi perro ideal era un Golden o un Labrador, tenía  claro que sólo en caso de que estuviese adoptable entraría esa raza en casa. No tenemos amigos a los que le sobren cachorros :-) Así que llamamos al teléfono que cualquiera puede encontrar en la web de su ayuntamiento y al cabo de pocos días Sam estaba en casa.
Adoptamos un perro. Conocimos a quién no tuvo más remedio que dejarlo. De vez en cuando me vuelve a la cabeza lo que pensaba hace años.
Quién ama a su mascota no necesita  que añada nada más. Se quieren mucho.

Vuelvo a lo que decía. La ignorancia nos hace ciegos, demasiado susceptibles, nos empuja a juicios sin reales fundamentos. Las palabras son importantes, empujan hacia un camino u otro.
No tiene nada que ver la adopción de mis hijas. pero no me ofende hablar de adoptar a un perro.
Todo lo contrario.





Comentarios

  1. Recuerdo la polémica sobre la conveniencia o no de usar la palabra adopción refiriéndose a un perro. Tengo una perrita y una gata, las dos adoptadas. Hace un par de años se me ocurrió preguntarle a mi hija que entonces tenia 14 años que qué opinaba ella . Su respuesta fué muy clara, me dijo " Adoptar es dar una familia a quien ha perdido la suya, por tanto si un perro o un gato necesitan una familia es correcto usar la palabra adopción". Creo que nos podemos añadir nada más.
    Rosa

    ResponderEliminar
  2. Gracias por compartir con nosotros un articulo con tanta sensibilidad sobre la proteccion de los animales.
    Saludos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tus palabras. Los comentarios se agradecen y animan!

Entradas populares de este blog

Nadie es prescindible

El dragón que devora el sol