La primavera

Cuando empieza el buen tiempo (y este año creo que muchos lo han echado de menos, el buen tiempo digo... menuda la que ha caído de frío, lluvia y nieve) también notas sus efectos beneficiosos en las miradas de mucha gente. No de todas.
Me encanta observar las personas, imaginar el camino que toman sus fantasías, por donde van sus pensamientos, sus alegrías y preocupaciones.
Me hago a la ilusión de que puedo acertar.
Quizás no tenga razón en lo que creo, pero a menudo la gente es muy expresiva en sus instantes de ensimismamiento. En la calle, en el metro o en una sala de espera. Aunque aquí dependiendo de la sala de espera los adivinos juegan con ventaja.

Lo que me sorprende es lo poco que se observa la gente, la poca curiosidad que hay los unos de los otros, de los demás en general.
Más bien indiferencia.

Me gusta sentarme en un rincón y mirar a las peques, escucharlas hablar.
Se pelean mucho.
¿Demasiado?

Pienso siempre que esa pelea constante se parece mucho a las peleas de los cachorros, entrenamiento a la vida.

Los adultos ya es otra cosa. Los adultos se estropean la existencia por pura pobreza de espíritu, si pueden fijarse en lo que hacen mal los demás, mejor que hacer el esfuerzo de admitir que también hacen cosas buenas... los demás.

El camino de pelearse con tu vecino está siempre de bajada, pero casi siempre la pelea llega a un punto en que se dan cuenta, demasiado tarde, que la subida empieza y no quedan fuerzas para seguir adelante.
Sería más fácil volver atrás... pero ¿quién se traga el orgullo de admitir errores?

Repetimos una y mil veces el mismo patrón, eh sí, pero aprender de los errores propios, eso no!!

Epidemia: el virus olvidadizo... pasa un cuarto de hora y ya ni me acuerdo que estaba haciendo lo mismo que ahorita estoy criticando.

Imagina acordarse de cuando uno era niño...

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