Rabietas

Se pasa mal, sí que se pasa mal.

¿Cuantos de los que habéis caído por aquí habéis sufrido uno de esos momentos tan embarazosos y duros en los que vuestro hijo parece poseido por un demoniete malvado que le hace gritar, patalear, a veces hasta lesionarse, tirarse al suelo, no querer saber nada de vosotros y... ah, horror!!! En público... Mientras todo el mundo os mira como un maltratador de niños?

¿Cuanto pueden durar las rabietas?

Depende, depende de la actuación nuestra, en parte, de la situación en la que se desenlazan, pero sobre todo depende del carácter del niño.
Hay que leer sobre sobre el tema, algunos enlaces más a bajo os pueden ayudar.

La mayoría de los profesionales evidencia por un lado la normalidad de estas aparatosas manifestaciones de nuestros hijos, sobre todo cuando tienen entre 2 y 3 años, y por el otro la dificultad de encontrar una vía rápida, eficaz y oportuna para solucionar siempre estos momentos complicados.
Hay que dejar escampar el temporal...
Y cuando llueve a cántaros, uno se moja, no hay paraguas que sirva.

El niño que sufre una rabieta, normalmente, está reivindicando algo.
Algo muy importante: su existencia. Su capacidad de decisión, su autonomía.
Algo tan importante hay que respetarlo, a pesar de lo que pueda doler y de lo mal que lo podamos pasar.
¿ellos lo están pasando mal?
Bueno, bién no. Pero para ganar algo, hay que luchar por ello y cualquiera lo ha vivido, sufrido en su vida.
Tan pequeños y mocosos y ya en las barricadas...

La vía rápida para evitar el berrinche es la de acceder a sus peticiones, prevenir la rabieta concediendole lo que exige, ¿fácil? sólo aparentemente, ya que a veces se trata de peticiones que no se pueden o es mucho mejor no conceder.
Todo depende: ¿merece la pena armarla tan gorda por decir que NO! a según qué cosas?
A veces sus peticiones no son nada del otro mundo y puede llegar a tratarse de algo del todo comprensible.
Por nuestro cansancio y la consecuente poca paciencia nos dejamos llevar por la fácil reacción de atrincherarnos detrás de una dureza inoportuna.
Entonces dejamos estos casos, a la segunda vez que nos pasa seremos capaces de entender que no merece la pena una batalla campal por un zapato verde en lugar de uno rojo, de una galleta en lugar de una manzana... etc.

Otras veces sí que es necesario sufrir.
Por ejemplo: el niño quiere cruzar la calle olvidándose de que en la calle hay objetos movientes y de consistencia dura que se llaman coches.
El niño quiere quedarse en el parque a pesar de que empieza a llover, etc.

Una forma a menudo eficaz de evitar la rabieta es concederle algo distinto a lo que pide, es decir distraer su atención, moviendo el foco desde el objeto imposible a otro más accesible: no te dejo cruzar la calle pero te doy mi reloj, el teléfono móvil u otra cosa que por ser normalmente poco accesible le interesa.
No muy politicamente correcto, pero a veces funciona. A veces.

Más frecuentemente la rabieta explota, en el sentido literal, y no hay forma de pararla.
A veces no hay más opciones que dejar que se desenrolle la actuación magistral de nuestros hijos.
Es duro.
Si nos encontramos en la calle se añade la dificultad de las miradas e/o intervenciones de los inevitables curiosos y transeúntes.

Puede que alguien piense que estamos haciendo daño al niño. Depende de las expresiones y gritos puede que lleguen a deciros cosas realmente embarazosas.

La mayoría de los expertos consideran que hay que dejar escampar el temporal, sin demasiadas o ninguna intervención por nuestra parte, la de los papás. Sin casi contacto físico.
Otros hablan al contrario del abrazo fuerte.

A veces es posible, pero otras no. Yo he provado las dos cosas.

El berrinche moumental es un momento que a muchos nos ha tocado vivir. Y no es nada agradable. Sea por que es dificil mantener la calma, y es necesario hacerlo, sea por que no es fácil no preocuparse. Y no hay que preocuparse.
La última rabieta duró más de media hora. Llegamos a casa exhaustos los dos.
Se añadía el cansancio de la primera hora de la tarde, estabamos de juegos y nos lo pasamos pipa los dos, pero llega el momento en el que hay que hacer otra cosa.
Booom, explosión nuclear.

Como estabamos a 10 minutos de casa decisí emprender el camino de la vuelta.
Camino que tardó más de media hora.
Me paraba para que se tranquilizara, pero puntaba directo a la calle, y no una calle cualquiera una Avenida animada de bólidos a no sé cuantos kilómetros por hora.
Tuve más de una vez que cogerla en brazos.
En fin, una aventura.
Al final llegamos.
Y descansó, descansamos. Creo que tengo un tímpano fastidiado :-))
Bueno no es para tanto, aunque me gustaría que algunas de las personas con las que me crucé en la subida a casa me contara el cuadrito que hacíamos.

Las familias que hemos adoptado podemos tender a buscar razones distintas a la evolución natural de los niños, no hay que agobiarse, si bien no estaría mal, como siempre, no bajovalorar algunas señales, sobre todo en cuanto a la frecuencia de las rabietas y si van asociadas a otros episodios preocupantes.

Es muy, muy importante que seamos capaces de comunicar tranquilidad y sosiego, ni gritos, ni amenazas, ni reacciones aparatosas. Y cuando es un no que se quede en no. Si bien medimos los noes con un metro lógico.
No No No No!!!! es otra rabieta, pero de adultos.
Sí Sí Sí Sí !!! Es hacer lo que me da la gana y así no se gana nada, ni la felicidad de nuestros hijos, ni la confianza en nuestras capacidad de dirección (y aguante) que es la mercancía familiar que más necesitan.


Algunos recursos en Internet

Para el Bebé

WEB de Enfermería en Cuidados Intensivos en Pediatría

Universidad de Michigam

Zona Pediátrica

Guía infantil

Educación infantil

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