Reflexiones a partir del anteproyecto de ley sobre adopción internacional


Ayer por la mañana salió publicada la noticia de las líneas bases del ante proyecto de ley sobre la Adopción que el ya ex Ministro de Justicia, Fernando López Aguilar, presentó al Consejo de Ministros (y que iba anunciando desde hace tiempo como regalo de despedida).
Empieza así un iter legislativo que podrá llevar a muchos cambios en este primer texto, que, dicho sea de paso, pocos conocen. Por ejemplo no las asociaciones de familias adoptantes, la Entidades Colaboradoras (¿alguna sí?) las administraciones que tienen transferidas las competencias en materia de adopción.
A primera hora de la mañana empiezan a llamarme los medios. En calidad de todavía presidente de FADA se requieren mis comentarios, la opinión de las familias!! Menuda responsabilidad...
Me resisto, por que cómo voy a comentar algo del que no conozco ni la esencia ni la consistencia...
Me pasan por correo electrónico todo tipo de datos, menos evidentemente lo que necesitaría, o sea el texto del anteproyecto.
Al final hay algo más y hablo con COM radio.
La ley pretende poner órden en una legislación dispersa, pues parece una buena cosa.
Pondrá por encima de todo el interés superior del niño... ¡faltaría más! de eso todo el mundo se llena la boca cada vez que se habla de adopción.

El superior interés del menor es crecer en el seno de una familia, en un ambiente seguro, en unas condiciones jurídicas claras. Se habla de Kafala y aquí sí que habrá que ver como exactamente será el articulado de la ley. A ver si por el interés superior de la normativa creada por los adultos, nos cargamos en realidad el derecho de todo niño a tener una familia, su familia...

Ya veo que algunas comunidades no pondrán buena cara a ciertas normas unificadoras: ojalá sean una mejoría para todos. A menudo he visto como las propuestas de unificación acaban, después de muchas peleas, con un texto que por poner a todos de acuerdo es más vago e interpretable que 10 leyes distintas.
¿Cuales? echadle un vistazo al Convenio de la Haya...

Hay buenas intenciones, eso sí.
Comparto la idea de que nuestros hijos adoptados tengan derecho a saber.
Hay todavía demasiadas familias que nunca encuentran el buen momento para llamar las cosas con su nombre. Y no quiero con esto decir que no sea muy, que muy complicado encontrar el equilibrio entre no adelantar datos innecesarios ( cargando a nuestros pequeños del peso del que nosotros nos liberamos) y el no decir nada para evitar de enfrentarnos a la dura realidad de las dudas, los miedos y las preguntas siempre más incisivas.
Siempre hay una buena escusa para alejar el momento de la verdad, cuando se teme que la verdad pueda ser dolorosa o complicada de mirar a la cara.

Pero es un grave error no hacer de la claridad el medio principal de protección de la integridad y felicidad de nuestras familias.
Cuantos menos agujeros negros habrá en la historia de nuestra vida, cuanto más claros podamos ser a la hora de explicar los trámites, el como y el cuando de esa parte de existencia que no hemos llegado a compartir, más fácil será también para ellos superar el bache.

Por que nadie se lleve a engaño, por muy serenos que sean nuestros hijos algo en su historia existe, puede ser un trozo muy breve de su existencia, de esa época en la que ni la memoria alcanza, pero que justamente por ser otra de nuestra historia común asumirá cierto peso y la luz de la fantasía llenará de colores.
Hagamos lo posible para que estos colores sean claros, si no pueden ser alegres.
¿Cómo?
Hablando de ellos como si de lo más normal se tratara. Sin esconder nada, relajadamente dejándolos a mano: en las fotos, las conversaciones cuando toque, las imágenes de un video, los comentarios en la calle, los encuentros con otros niños adoptados, la señora o la mamá que los han llevado en la tripa, el léxico cotidiano.
No todo tenemos el mismo pasado.
Si en ese pasado hay detalles no aptos para menores, y justamente por haberlos vivido, sufridos un menor de edad, tampoco tengamos prisa en decir todo todo cuanto antes. Pero que los tengan a mano en cuanto sean capaces de entenderlos y que sepan, de verdad, que estamos a su lado.
No será igual para todos, tampoco en esto nos llevemos a engaño.
Es más fácil contar una pelicula de amor triste, que una de sufrimeinto puro y duro.
Y no todos somos buenos narradores.
Pero las personas que adoptamos esto tendríamos que saberlo ¿no? y si alguien no lo sabe, que nadie nace estudiao, pues a arremangarse y con las antenas puestas: si no todo, mucho se aprende.

No hace falta haber ganado el nobel de la paz, para no ser guerrero, ni el de literatura para contar una historia.

abrazotes

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