Las cosas son... según se mire.
Aunque pueda parecer confortable la idea de que la realidad es una y que frente al muro de la realidad no hay nada que hacer, nada que no sea rompernos la cabeza si no queremos aceptarla, en realidad :-) valga la redundante contradicción, no es así.
Si somos capaces de mirar las cosas en frío, sobre todo observando la evolución de las mismas, no sólo la apariencia del momento, si no el como se han desarrollado los acontecimientos, y más si tenemos a alguien que nos eche un cable desde fuera, no del todo implicado en el asunto, descubriremos cuanto han influido en ese desarrollo nuestras actitudes, nuestros pequeños a veces imperceptibles gestos, nuestra pereza, nuestro orgullo, nuestra desidia, nuestras pocas ganas de reaccionar, de buscar otra salida diferente a la más fácil, que es siempre fácil al principio, pero no lo es casi nunca a la larga, cuando los errores o la falta de energía en tomar la decisión apropiada, acaban enquistando el problema, haciendo enormemente complicada una solución, una mejor salida, o una evolución diferente.
Esta descripción muy genérica, encaja bien en ciertas relaciones entre padres e hijos: las que han ido al traste, así como entre personas que en algún momento han llegado a quererse y que por "como van las cosas" acaban olvidando del todo los motivos de ese querer, que un día fueron tan importantes.
Las mismas personas ¿se transforman con el tiempo?
¿Los demás acaban estropeándose?
¿somos nosotros que cambiamos?
¿son diferentes las circunstancias?
¿O de todo un poco?
He recibido una carta, hace unos meses, en la que un amigo me contaba la difícil relación con uno de sus hijos que, cuando nos frecuentábamos más a menudo, era, como cualquier hijo, la luz de sus ojos.
La Carta está escrita a mano, es muy larga, la resumiré aquí en una próxima entrada, lo mejor que pueda, intentando evitar detalles que identificarían con demasiada precisión las personas a las que me refiero.
No sé si son lectores de este blog, la verdad que lo dudo, pero nunca se sabe las vueltas que dan estas palabras escritas y lanzadas hacia un espacio donde, potencialmente y sencillamente pueden acceder muchos cientos de millones de personas.
Iré trabajando en ello.
Esta noche acabo de aterrizar en Cagliari, de visita a mi padre. Estoy un poco cansado.
Las peques y la mamá no han podido acompañarme.
Es una sensación extraña, la que pruebo ahora mismo, entre estas paredes silenciosas, entre las que he vivido más de veinte años, y que a esta hora parecen tan cariñosas y tan silenciosas.
Un silencio tan intenso que silban los oídos.
Los recuerdos, los que ya no están, estaría a punto de decir los fantasmas, mueven el aire imperceptiblemente.
Dudo entre irme a la cama o prestar atención a las señales que salen de algún lugar, sobre todo de mi misma cabeza, evidentemente.
felices sueños
Si somos capaces de mirar las cosas en frío, sobre todo observando la evolución de las mismas, no sólo la apariencia del momento, si no el como se han desarrollado los acontecimientos, y más si tenemos a alguien que nos eche un cable desde fuera, no del todo implicado en el asunto, descubriremos cuanto han influido en ese desarrollo nuestras actitudes, nuestros pequeños a veces imperceptibles gestos, nuestra pereza, nuestro orgullo, nuestra desidia, nuestras pocas ganas de reaccionar, de buscar otra salida diferente a la más fácil, que es siempre fácil al principio, pero no lo es casi nunca a la larga, cuando los errores o la falta de energía en tomar la decisión apropiada, acaban enquistando el problema, haciendo enormemente complicada una solución, una mejor salida, o una evolución diferente.
Esta descripción muy genérica, encaja bien en ciertas relaciones entre padres e hijos: las que han ido al traste, así como entre personas que en algún momento han llegado a quererse y que por "como van las cosas" acaban olvidando del todo los motivos de ese querer, que un día fueron tan importantes.
Las mismas personas ¿se transforman con el tiempo?
¿Los demás acaban estropeándose?
¿somos nosotros que cambiamos?
¿son diferentes las circunstancias?
¿O de todo un poco?
He recibido una carta, hace unos meses, en la que un amigo me contaba la difícil relación con uno de sus hijos que, cuando nos frecuentábamos más a menudo, era, como cualquier hijo, la luz de sus ojos.
La Carta está escrita a mano, es muy larga, la resumiré aquí en una próxima entrada, lo mejor que pueda, intentando evitar detalles que identificarían con demasiada precisión las personas a las que me refiero.
No sé si son lectores de este blog, la verdad que lo dudo, pero nunca se sabe las vueltas que dan estas palabras escritas y lanzadas hacia un espacio donde, potencialmente y sencillamente pueden acceder muchos cientos de millones de personas.
Iré trabajando en ello.
Esta noche acabo de aterrizar en Cagliari, de visita a mi padre. Estoy un poco cansado.
Las peques y la mamá no han podido acompañarme.
Es una sensación extraña, la que pruebo ahora mismo, entre estas paredes silenciosas, entre las que he vivido más de veinte años, y que a esta hora parecen tan cariñosas y tan silenciosas.
Un silencio tan intenso que silban los oídos.
Los recuerdos, los que ya no están, estaría a punto de decir los fantasmas, mueven el aire imperceptiblemente.
Dudo entre irme a la cama o prestar atención a las señales que salen de algún lugar, sobre todo de mi misma cabeza, evidentemente.
felices sueños
HOLA ROB. ESPERO QUE TU PADRE ESTÉ MEJORANDO.
ResponderEliminarEL PAPA DE EUSEBIO MURIÓ LA SEMANA PASADA, ASÍ SIN PREVIO AVISO... A VECES ME GUSTARÍA TENER A MANO TU PALABRERÍA PARA PODER ENFRENTARME A MI HIJA.
UN BESO Y MUCHOS ANIMOS.
YOL.