Se nos olvida, con escalofriante frecuencia, lo que realmente cuenta en la vida.
Son las pérdidas, las rupturas, las paredes contra las que nos estrellamos, haciéndonos mucho daño, los momentos que nos hacen volver a la lucidez, a la sabiduría.
Suelen durar poco.
La comodidad que hace tan agradable la existencia, tiene algunos desagradables efectos secundarios. No nos quejemos por éstos, cuando todo aquello ha sido tan placentero.
Cuando lo inevitable sucede, apechuguemos.
Lo de intentar volver a la anterior condición, tan deleznable, pero tan deseada, sea el siguiente paso, limpio de quejas.

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