Desolación

A todos nos ha pasado alguna vez sentir impotencia por algo que nos gustaría no haber tenido que vivir.
Situaciones de clara injusticia, material manipulado, consecuencias que vemos que acabarán siendo peligrosas para nuestros seres queridos. También para otras personas que apreciamos o, simplemente, que sabemos no eran merecedoras de las consecuencias de unos hechos y actitudes que definiría con dos palabras muy sencillas: estupidez humana.
La estupidez se alimenta y sustenta de todo lo que se puede tragar olvidando el sentido común, los datos ciertos, la comparación con otras realidades.
En la práctica engorda sin freno en este planeta.
Su antónimo es la inteligencia.
Una persona no tan estúpida que pretende combatir, o aunque sólo un poquito contrarrestar  un movimiento siempre multitudinario tiene todas la de perder.
De hecho no la he definido persona inteligente, ya que si lo fuera no se metería en ese fregao: querer demostrar a un millón de estúpidos que lo son, es además de una batalla perdida, una batalla estúpida. Alguien lo ha escrito antes que yo. No soy original, ni lo pretendo.

De aquí viene el título de este post. Sentimientos personales y reflexiones generales se mezclan para abatir el ánimo más optimista.

Qué hacer frente a una flagrante injusticia... no es fácil, claro que no.
Mucho de lo bueno de este mundo está en riesgo.
Pongamos la Naturaleza, tan maravillosa, los paisajes, esa parte de la Tierra que no depende de la actividad humana.  Más bien hay que protegerla de dicha actividad.
Cuando la cabeza se llena de miasmas, por ejemplo cuando leemos un periódico... o escuchamos un telediario, lo más sano sería dejarlo, refugiarse en un bosque donde sólo se escuche el canto de los pájaros, sientas el calorcito de nuestro astro que hace su agradable deber.
La luz y el calor en un otoño lleno de colores nos hará olvidar todo lo demás.
Pero como además de estúpidos somos masocas, venga a escuchar noticias.

¿Noticias?
Desinformación interesada para engatusar al lector, llevarlos a un supuesto jardín terrenal donde no encontrará una sana manzana tentadora, no.
Lo que encontrará serán monstruos camuflados de sirenas y sirenos.
Cuando se dé cuenta de que le han atrapado ellos a él y no lo que creía, es decir lo contrario, ya será demasiado tarde.
Hasta empezará a llover, de repente.
Como de costumbre las previsiones lo habían previsto, pero nos quejaremos de lo contrario.
Sigue la saga de la estupidez humana.

Hace miles de años un Señor parece que profirió una de esas frases que justamente se quedaron grabadas para la eternidad.
"Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra"
Nadie la tiró. A veces una simple frase es capaz de transmitir más humildad e inteligencia, sentimientos, formas de hacer tan poco comunes entre los bípedes, que un tratado entero de psicología.
Tan buena es la frase que...
 ¿no será una ocurrencia de algún publicista avispado?
Hoy dudo de todo.
Me gustaría tener la capacidad de sobreponerme al triste show que nos rodea por doquier, pero no lo he conseguido.
La terapia de la palabra escrita ayuda. Palabras surrealistas para quitar hierro al asunto.

El tiempo pasará y poco a poco eso que tanta desolación me provoca irá esfumándose en la nada de otra sobrevenida actualidad. Demasiado poco a poco, desgraciadamente.
Otros motivos habrá para sentirse abatidos frente al triste espectáculo de la estupidez humana.
Me gusta este espacio blanco, cuando ya no lo es.
El teclado escupe rápido las palabras, demasiado rápido. No me da tiempo ni de reflexionar sobre una duda que ronda por ahí... ¿quién soy yo para juzgar a los estúpidos?
No tengo duda de que lo sean, pero...
Habrá que dejar reposar el post.
Tengo unas décimas de fiebre... puede que me haya contagiado la china de mi hija, que adopté en China hace 20 años y que además de china está muy griposa.

Feliz coronavirus
(había una palabra más, pero la he borrado, las cadenas de lo politicamente correcto que uno se auto impone son duras de romper).








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