¿qué mundo para nuestros hijos?
Abrumados, todos los días, por los titulares de la prensa (y por los comentarios, las charlas, los mail), por esta situación de profundos cambios, cuando no hasta de fin del mundo anunciado, la pregunta nace espontánea.
Miro a mis hijas que juegan alegres, y me gustaría poder conocer el futuro.
Bueno, no conocer cualquier futuro, saber que el futuro será positivo para todas ellas.
Y evidentemente no tengo garantía alguna.
Ni consigo vislumbrar nada sólido.
El futuro, a pesar de tantos avances, sigue siendo una incógnita.
Y quizás: menos mal que es así.
Conocer de antemano las malas noticias, puede tener dos reacciones: la primera, empujarte a meter en marcha actuaciones destinadas a protegerte de los palos. Siendo imposible evitarlos todos: algún palo, o muchos, siempre nos tocará.
La segunda: hundirse, desanimarse, paralizarse frente a la visión de cuanto es cruel el destino que nos espera.
A pesar de tanta buena labor preparatoria o correctora de debilidades, me temo que muchas personas no conseguirían librarse nunca de la potente fuerza atractiva que ejerce el desánimo.
Así que mejor no saberlo todo con demasiada antelación, dejar que el tiempo corra y que los problemas surjan para poder combatirlos uno a uno. Librándonos de la desagradable sensación de una acumulación de situaciones, de una montaña imposible de superar.
Esto en realidad es lo que se tendría que hacer siempre.
Paso a paso, atacar las cosas una a una y ser conscientes de que, a veces, simplemente no hay solución posible.
Hay que seguir andando, llevando un peso que no se puede apoyar, ni dejar.
Volviendo a la pregunta del título.
Creo que a pesar de tantas malas noticias el mundo saldrá de ésta un poco mejor.
Los malos de la película, los que por su codicia se han cargado tanta parte de la humanidad y del planeta, ya se van desenmascarando. A todos los niveles. No sólo entre los que siempre lo han visto, si no también frente a los que se resistían a creerlo.
Ahora, que los malos se han pasado tanto, que en un absurdo juego de impulsos, han perdido el control y se están haciendo daño a ellos mismos, muchos van a abrir los ojos.
Hay otros, muy potentes, y no tan malos, no digo inocentes, si no simplemente un poco menos malos y diferentes, que tomarán el relevo, y quizás dejen ya de considerar oportuno el saqueo permanente de los bienes y la riqueza de esta Tierra, sean cuales sean, y sean quien y cuantos sean los que con esos bienes y riquezas podría, simplemente, vivir.
Destrozar y robar para garantizar el privilegio y la ambición desmesurada y descontrolada, ha empezado a ser un arma que se vuelve en contra de los que disparan primero.
Quizás algunos dejen de considerar las guerras el sistema natural de relación entre gentes.
Y quizás mucha gente los siga, mucha gente fuerce la dirección de la humanidad hacia un mundo donde no haya lugar para el ejercicio permanente de la prepotencia como sistema de relación entre personas.
Ojalá sea así.
Entonces el mundo donde vivirán nuestros hijos será mil veces, un millón de veces mejor.
Ojalá.
Miro a mis hijas que juegan alegres, y me gustaría poder conocer el futuro.
Bueno, no conocer cualquier futuro, saber que el futuro será positivo para todas ellas.
Y evidentemente no tengo garantía alguna.
Ni consigo vislumbrar nada sólido.
El futuro, a pesar de tantos avances, sigue siendo una incógnita.
Y quizás: menos mal que es así.
Conocer de antemano las malas noticias, puede tener dos reacciones: la primera, empujarte a meter en marcha actuaciones destinadas a protegerte de los palos. Siendo imposible evitarlos todos: algún palo, o muchos, siempre nos tocará.
La segunda: hundirse, desanimarse, paralizarse frente a la visión de cuanto es cruel el destino que nos espera.
A pesar de tanta buena labor preparatoria o correctora de debilidades, me temo que muchas personas no conseguirían librarse nunca de la potente fuerza atractiva que ejerce el desánimo.
Así que mejor no saberlo todo con demasiada antelación, dejar que el tiempo corra y que los problemas surjan para poder combatirlos uno a uno. Librándonos de la desagradable sensación de una acumulación de situaciones, de una montaña imposible de superar.
Esto en realidad es lo que se tendría que hacer siempre.
Paso a paso, atacar las cosas una a una y ser conscientes de que, a veces, simplemente no hay solución posible.
Hay que seguir andando, llevando un peso que no se puede apoyar, ni dejar.
Volviendo a la pregunta del título.
Creo que a pesar de tantas malas noticias el mundo saldrá de ésta un poco mejor.
Los malos de la película, los que por su codicia se han cargado tanta parte de la humanidad y del planeta, ya se van desenmascarando. A todos los niveles. No sólo entre los que siempre lo han visto, si no también frente a los que se resistían a creerlo.
Ahora, que los malos se han pasado tanto, que en un absurdo juego de impulsos, han perdido el control y se están haciendo daño a ellos mismos, muchos van a abrir los ojos.
Hay otros, muy potentes, y no tan malos, no digo inocentes, si no simplemente un poco menos malos y diferentes, que tomarán el relevo, y quizás dejen ya de considerar oportuno el saqueo permanente de los bienes y la riqueza de esta Tierra, sean cuales sean, y sean quien y cuantos sean los que con esos bienes y riquezas podría, simplemente, vivir.
Destrozar y robar para garantizar el privilegio y la ambición desmesurada y descontrolada, ha empezado a ser un arma que se vuelve en contra de los que disparan primero.
Quizás algunos dejen de considerar las guerras el sistema natural de relación entre gentes.
Y quizás mucha gente los siga, mucha gente fuerce la dirección de la humanidad hacia un mundo donde no haya lugar para el ejercicio permanente de la prepotencia como sistema de relación entre personas.
Ojalá sea así.
Entonces el mundo donde vivirán nuestros hijos será mil veces, un millón de veces mejor.
Ojalá.
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