Volver a China, madurez familiar.

Me ocupo de los viajes de vuelta a China de las familias que hemos adoptado en este gran País. En parte me gano la vida con ello, por lo que, evidentemente, podría haber un interés en algunas de las palabras y afirmaciones que siguen.
Aunque haya interés creo que merece la pena expresarlas.  En la mayoría no hay más interés que el de ofrecer lo que uno piensa.
A la primera categoría, aunque sea del todo cierto, podría pertenecer la afirmación de que los viajes que organizamos noSotros son los mejores que se ofrecen por estas latitudes, desde Barcelona a Santiago de Compostela, desde Sevilla a Cadiz, pasando por Madrid y Badajoz. Algunos me dirán que este "pasando" suena algo raro...
Exactamente como algunas rutas que me sugieren o me proponen :-)
Imagino que son fruto de largas noches de navegación insomne por el charco de San Google, el beato Google Maps o la siempre amada Wikipedia.
Lo antedicho podría considerarse de sospechosa imparcialidad.
De acuerdo.
Pero no tengo ninguna duda sobre la imparcialidad de esta otra afirmación: el viaje de vuelta a China es un momento muy importante en la historia de nuestras familias. Es casi un cerrar el círculo.

Hay  familias que sufren ciertos miedos a la hora de pensar en este viaje.
Algo no resuelto. Miedos, dudas y preguntas... Es bueno plantearse dudas y preguntas.
Hay niñas que tienen miedo a ser devueltas... Los padres descolocados se preguntan:"¿donde nos hemos equivocado?"
Hay padres que tienen miedo a que aparezca alguien y les quite a sus hijas.
Obviamente son miedos irracionales, que resisten medio segundo a una serena visión de la realidad.
Pero los miedos atienden con dificultad a la llamada de lo racional y de lo lógico.
Los miedos se producen y crecen cuando algo que llevamos dentro no ha sido digerido, cuando no hemos sido capaces de sacar, de mirar en plena luz esas ideas que a algunos sonarán ridículas, pero que no lo son, se sienten y existen, pasan por nuestra cabeza y como tal son reales. Aunque no sean justificadas.
Llegamos al título de este post.
Decidir volver a China es un signo de madurez familiar.
Quitando el motivo de gran peso sobre el coste del viaje, evidentemente un viaje a China de 15 días no son dos duros...
Quitando el handicap económico, decidir volver a China, para disfrutar del País, turistear por un País increíble y precioso, lleno de contradicciones, claro, pero lleno de paisajes y gentes especiales, es una gran decisión.
Es dar el paso a una fase de nuestra vida familiar en la que ya se ha digerido casi todo lo esencial e importante de la adopción.
Volver es reencontrarse con un lugar o un País, pero no sólo.
Volver a China es regar unas raíces que no son las que nuestras hijas pudieron perder al salir de China. O, peor,  las que algunos afirman arrancamos nosotros, los padres, al sacarlas de China.
Las raíces que cuentan, las que valen, las únicas que tenemos que cultivar, son las que nunca han dejado de desarrollarse, sea cual sea el lugar donde se ha nacido, vivido, se vive o se vivirá.
Son las que nacen de nosotros y nos agarran al mundo. Son las que llevamos encima siempre, que se desarrollan cuando sentimos e interpretamos no un lugar en concreto, sino el mundo que nos rodea. El pasado, el presente y el futuro.
No somos arboles, firmes en un lugar.
Los seres humanos se mueven, cambian de domicilio, de tierra, de clima y de entorno, de amigos, hasta de padres. Añaden seres queridos, pierden otros y ganan terreno constantemente. Crecen mejor y más sanas, esas raíces, cuanta mayor es la diversidad de los elementos que las abonan.

Nos encanta viajar: qué mejor viaje que aquél que suma. Un viaje que une las maravillas de los paisajes de China y las emociones íntimas. Un viaje donde nuestra mirada directa llena los agujeros de un pasado que empieza a desdibujarse, aunque nunca se olvida.
Transformar un rico queso gruyer en un supremo Parmigiano: ¡¡menudo viaje!!





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