La experiencia de ser positivos

Esforzarse para que cada experiencia sea positiva, por dolorosa y dura que sea, es algo que, si se consigue, siempre representará motivo de consuelo.
Hay que aprender de los buenos ejemplos y ser capaces de sacar provecho de los malos, de los que también, aunque sea por oposición y negativa, traemos algo.
Además lo negativo siempre existirá en dosis más grandes de su contrario.
No me gustaría tener que admitirlo, pero es absolutamente cierto que es más fácil encontrar de lo primero que de lo segundo.

(PD del 23/11/2010)

Otra cosa es que realmente el peso sea tan desequilibrado.
Una persona que se queja se nota más que 1000 satisfechas y silenciosas, también esto es cierto.
Aunque algunos rasgos de nuestro carácter parece que los hemos heredados en los cromosomas, aprendemos poco a poco a ser los que somos y, por como somos, a juzgar el mundo (y sus habitantes).
Y con el tiempo cambiamos, algunos más de lo que nos parece.
No hay más que encontrarse con amigos que no vemos desde hace muchos años.
Claro que la edad influye, como edad y como experiencias acumuladas, pero no es sólo una cuestión de edad.
Tenemos que vivirlas, ciertas experiencias. Y dejar que nuestros hijos la vivan.
Desde siempre los padres han deseado ahorrar ciertos pasajes en la vida de sus hijos, pero hay que admitir que no siempre esta actitud les ayuda.
Establecer límites no es fácil. No existe una regla de: todo esto hasta aquí es mejor que no lo vivas, por que te hará daño. Todo lo otro hasta allí, sí, por que a pesar de todo te ayudará a crecer.
Si decidir el límite fuera fácil, todos seremos buenos padres. Y buenos hijos :-))
No es así.
Quizás la mejor enseñanza sea transmitirles el deseo, el anhelo de saber reconocer el límite, ese punto que no hay que superar, si no se quiere transformar una experiencia pese a todo positiva en un túnel sin retorno.

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