La desesperación de la espera
Sigo recibiendo muchos correos y llamadas de familias en espera de asignación.
No puedo decir más (no hay en realidad mucho más que decir) a lo que escribí hace unas semanas en este mismo blog, en la primera nota después de la visita al CCAA.
En una de las últimas cartas escritas acabé con una frase que desearía compartir con vosotros:
Mi consejo, hoy, puede ser uno sólo: no olvidéis a los que os quieren y que os están ahora cerca. Todos y también a vosotros mismos.
A veces los deseos no alcanzados son tan fuertes, que borran lo que tenemos a mano, hacen borrosa esa felicidad de la que podríamos disfrutar... aunque no esté en nuestras manos lo que más deseamos, no podemos olvidar que el tiempo no vuelve atrás y vuela.
Es un grave pecado no luchar, aunque sea contracorriente, y a pesar de una realidad ciertamente dura, contra el desánimo que nos impide disfrutar de un trozo del camino, de nuestra vida, de esa parte que ya no volveremos a pisar nunca.
No puedo decir más (no hay en realidad mucho más que decir) a lo que escribí hace unas semanas en este mismo blog, en la primera nota después de la visita al CCAA.
En una de las últimas cartas escritas acabé con una frase que desearía compartir con vosotros:
Mi consejo, hoy, puede ser uno sólo: no olvidéis a los que os quieren y que os están ahora cerca. Todos y también a vosotros mismos.
A veces los deseos no alcanzados son tan fuertes, que borran lo que tenemos a mano, hacen borrosa esa felicidad de la que podríamos disfrutar... aunque no esté en nuestras manos lo que más deseamos, no podemos olvidar que el tiempo no vuelve atrás y vuela.
Es un grave pecado no luchar, aunque sea contracorriente, y a pesar de una realidad ciertamente dura, contra el desánimo que nos impide disfrutar de un trozo del camino, de nuestra vida, de esa parte que ya no volveremos a pisar nunca.
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