Mil días en un sólo día

Es también esto viajar. Hacer lo que te apetece y cuando te apetece, y con tus niñas que saltan y gritan y corren, frente a la escalera de entrada de un centro comercial, mientras la gente empieza a pararse mirando ese genial narizota rodeado de chinorris felices...

"El viaje siempre está justificado pero son momentos como ésos los que mejor inyectan el vicio de la huida anclando en la memoria una sensación de plenitud que ya siempre se desea repetir. Asociar la maravilla a la distancia era una antigua tentación que en los tiempos del avión podía volverte loco. Enloquecer viajando nunca me ha parecido la peor opción."

Esta frase acabo de leerla en la página 262 del libro: Los Mares de Wang, de Gabi Martínez (Alfaguara).
El libro que iba leyendo nuestro compañero de viaje y que nos regalaron a la vuelta, con una dedicatoria especialmente bonita: "... los mejores viajes se consiguen a través de la lectura y de la imaginación libre y soñadora. [...]"

Viajar, viajar es algo tan maravillosamente intenso... en un viaje puedes vivir mil vidas, mil días en un sólo día.
China es un país especialmente indicado para poder enloquecer viajando, quitemos por un lado un poco de valor semántico a la palabra locura, y por el otro un poco de su literalidad.

NOs quedamos con un simple volverse loco de alegría, por estar donde estás, en el mejor lugar y en el momento oportuno.

Hay que enterarse que has encontrado, para buscar con provecho.

Chengdu es una ciudad inmensa y llena de contrastes.
Habría que decir: "también Chengdu es una ciudad inmensa y llena de contrastes, como cientos de ciudades en China".

Pero quiero alejarme, en la medida de lo posible, de este tópico (y de otros). Es nuestra visión sesgada y débil que nos empuja a buscar seguridad a través de la comparación constante y de la reiteración. Si una cosa se repite ya no nos asusta, no nos preocupa y no nos sorprende.

La sorpresa permanente es agotadora. Pero viajando por China hay que prepararse y entrenarse, para no quedar sin aliento (o con la boca llena de moscas de tanto abrirla y hacer oooohh :-)

Es bonita y es horrible, una mezcla tan estridente de tiempos, estilos, colores, materiales... (foto arriba) piezas inacabadas de 30 pisos, hierros torcidos, la elegancia de una casita de tejas negras, ligeramente iluminada y una tienda de ropa preciosa y cara, un panel publicitario y poco más allá, cruzando una puerta, más y el contrario de todo.

Es la vida de China.
Aprendemos ... y recordamos.

Tan despistados en su juicio, uno puede estar...

como esta pobre rana, que ha perdido el camino, a la que esa piedra le ha parecido su casa, quizás por el color verde y gris, pero que se ha transformado en una tramposa ilusión, un engaño visual... y espera, a ver si consigue encontrar la vía de retorno. Difícil.

Las ranas nos han acompañado mucho en este viaje.
Las he comido en varias ocasiones y siempre muy ricas.

No me olvidaré de la rana que quedaba rígida bajo la lluvia, encima de un cristal en la entrada del hotel Homa en Guilin. Llovía a cántaros. Pero ella no se movía.
Con sus patas traseras abiertas... demasiado abiertas.

Las niñas preguntaron y empezamos a pensar como era posible que una rana quedase tan quieta, tan quieta... y por tanto tiempo. Bajo la lluvia.
Sólo había una explicación.

El techo del Hotel Homa es un gran cesped, dos vertientes que acaban al suelo, sembradas de hierba, por donde pueden libremente subir las ranas (y otros bichos).
La atrevida de la que aquí comentamos las proezas, tuvo que subir y saltar a medio camino, aburrida por tanta igualdad de verde, y saltó sobre el citado cristal.

Pero no lo hizo en un día de lluvia.
Lo hizo en un día soleado de julio.
El cristal tenía probablemente una temperatura de 200 grados.
Y la rana se quedó frita.

Un final que, probablemente, compartirán las condenadas estas... es dura y peligrosa la vida de una rana en China.




Comentarios

  1. La verdad es que no me apeteceria para nada ser una rana en China, puede que estén buenas...será cuestión de probarlas...aquí nos comemos los caracoles y nos saben a gloria (por lo menos a mí).
    Me encanta leer tus relatos del viaje, que envidia más sana poder estar allí con tus hijas, espero poder hacerlo yo pronto.
    Un saludo muy fuerte desde Tárifa.

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